sábado, 4 de agosto de 2007

Juegos

Es evidente que todas las culturas premodernas, en constante esfuerzo por asimilar su idiosincrasia y sus actividades al devenir universal, consideran toda práctica lúdica como una particularización o símbolo del "juego de la vida". Los juegos populares suelen mostrar este trasfondo: aptos para circunstancias determinadas, se limitan a reproducir, a imitar los acontecimientos del Cosmos a escala humana. Si esto es claro para las fiestas estacionales, para las danzas, para los ritos agrícolas, igualmente es válido para los "juegos de sociedad", entre los cuales se hallan presentes los juegos de fichas. T. Burckhardt ha demostrado este aserto en un significativo ensayo sobre el juego del ajedrez (21). Para los juegos que nos ocupan, recordaremos que el tablero sigue siendo el mundo que se disputan los eternos antagonistas. Así, podríamos ver en el juego un aspecto didáctico, ya que la maestría en el mismo, derivada del conocimiento de las reglas y su aplicación, se correspondería con cierta realización social, que puede verse más claramente en otro tipo de juegos que en su tiempo tuvieron una vertiente iniciática*

*El tablero de "alquerque" se ha hallado en piedras funerarias altomedievales en el Norte de Francia. Pensamos que hay aquí un indicio de su transmisión desde la Antigüedad, ya que sabemos que los romanos gustaban de las actividades lúdicas en los cementerios y que, incluso, dados y tableros formaban parte del ajuar que se inhumaba con el cuerpo del difunto. Este símbolo-tablero, pudo haberse aceptado (sin conocer su función lúdica) por los pueblos bárbaros, que lo conservarían como emblema funerario. De ahí a suponerle un valor iniciático hay muy poco, teniendo en cuenta la visión del hombre tradicional de la muerte como tránsito y las "pruebas" que el difunto debe encarar para realizarse en el más allá. Más tarde, como símbolo iniciático, pudo expandirse o incluso recuperar su carácter de juego. Conf. infra.

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