miércoles, 15 de agosto de 2007

Ajedrez y tarot

El origen del tarot es oscuro. Tal vez, se remonte, como otras cartas de juego, a los tiempos de los antiguos egipcios, desde el momento que los estudiosos han reconocido los arcanos mayores en los jeroglíficos. Por el contrario, otros estudiosos han hablado acerca de notables semejanzas de las cartas de juego con los primeros juegos e ídolos orientales. Por otra parte, no se puede excluir la edad media como la cuna del tarot. No sabemos ni siquiera si los arcanos mayores, con sus dibujos simbólicos y los arcanos menores, con sus bien conocidos cuatro palos, fueron creados por separado y reunidos más tarde en una sola baraja, por cualquier mente genial, o si, por el contrario, nacieron directamente como mazo o baraja de setenta y ocho cartas.

Tratare de dar la explicación más plausible sobre el origen de las cartas normales del juego y del tarot en particular, siguiendo el orden cronológico y detalles de las primeras barajas, semejantes a las del tarot, que fueron populares en Italia durante el siglo XV siguiéndolas en su evolución hasta la definitiva baraja del tarot del siglo XVIII.


El Libro egipcio de Thoth

En el volumen I de la obra Le Monde primitif, de 1781, Court de Gebelin ofrece una convincente argumentación a favor del origen egipcio de las cartas del tarot. Sostiene que los veintidós arcanos mayores son un antiguo libro egipcio, El Libro de Thoth, salvado del incendio que destruyó los templos. Thoth era el Mercurio egipcio, considerado como uno de los primeros reyes, y el mítico inventor de la palabra y de los jeroglíficos, letras insertadas en una cadena de acontecimientos místicos. Muchos estudiosos de las ciencias ocultas reconocen en las cartas del tarot las páginas de los libros jeroglíficos, que encierran, en una serie de símbolos y figuras emblemáticas, los principios de la filosofía mística de los egipcios: Gebelin estaba convencido de que los símbolos esotéricos del tarot se difundieron por toda Europa a partir de las tribus nómadas de los cíngaros o gitanos.

Ajedrez

El Chaturange o juego de los Cuatro Reyes, es muy semejante a las cartas de juego de cuatro palos. Este juego oriental, que se remonta a los siglos V-VI, precursor del moderno juego del ajedrez, tenía en su origen el Rey, el General (la actual Reina) y el Caballo, además de los Peones o soldados rasos. Al principio no existía la Reina, ya que la presencia de una figura femenina en un juego que reflejaba la estrategia bélica contrastaba con la idea original del decoro. Es probable que, en cierto momento, algunos jugadores indios se quedaran sin alguna pieza del Chaturange, recortaran las figuras que faltaban valiéndose de una corteza de árbol o de un papel dando así origen a un nuevo juego.


China - Ajedrez - Dominó - Dados

Un tipo de cartas chinas tiene el mismo nombre que el ajedrez chino, Keu-ma-pou, o Carros – Caballos - Fusiles, por lo cual podemos pensar que los juegos de cartas derivan del ajedrez chino.

Se cree que el dominó chino, punteado como los dados –de los cuales parece derivar- se usó al principio en las prácticas adivinatorias. Está compuesto por veintiuna piezas, que representan las combinaciones de los dos dados. Algunos expertos consideran que las cartas de juego derivan, en último término, de los dados, a través del juego chino del dominó de madera.


Flecha adivinatoria coreana

Las barajas coreanas de ochenta cartas, llamadas Htou-Tjyen, sugieren la idea que los juegos de cartas coreanas derivan de las flechas adivinatorias. Estas cartas suelen ser fajas de papel oleado, de 20 cm de longitud y 0,5 cm de anchura. El reverso está uniformemente decorado con una flecha emplumada. Las barajas incluyen ocho palos. Las cartas presentan frontalmente haces de flechas estilizadas que conservan, respecto a los distintos palos, el significado simbólico del carcaj. Por eso se ha pensado que estas cartas traen su origen de las flechas adivinatorias.


Los cíngaros o gitanos

Muchos asocian las cartas adivinadoras a los cíngaros, originarios del Indostán y expulsados de Italia, a comienzos del siglo XV, por Timur Lenk, el conquistador musulmán de la mayor parte del Asia Central y de la Europa Oriental. Los cíngaros son universalmente reconocidos como los cartomantes por antonomasia, pues se cree que llevan en la sangre las virtudes adivinatorias.

Tribus de cíngaros empezaron a desplazarse hacia Occidente alrededor del año 1400, atravesando el Indo, Afganistan y los desiertos de Persia y moviéndose a lo largo del Golfo Pérsico, hasta la desembocadura del Eufrates. Adentrándose en los grandes desiertos de Arabia encontraron distintos caminos hacia Europa. Pequeñas tribus nómadas se habían detenido en Creta, Corfú y los Balcanes, antes del 1350. En 1417, una tribu de cíngaros llegó cerca de Hamburgo, en Alemania. Otras fuentes hablan de cíngaros en Roma en 1422 y en Barcelona y París, en 1427.

Sea como fuere, existen buenas pruebas para creer que los cíngaros llegaron a Europa sólo algún tiempo después de la aparición de las cartas de juego.


Johannes, un monje alemán

En una carta enviada por este monje a Brefeld, en Suiza, afirma que "un juego llamado el juego de las cartas (Ludus cartarum) ha llegado a nosotros este año de 1377"; pero añade que "ignora cuando fue inventado, donde ni por quien".

En su tratado –que se conserva en la colección del Museo Británico de Londres-, Johannes compara el juego de las cartas con el del ajedrez "ya que en ambos hay reyes, reinas, nobles y plebeyos".


Naipes

Uno de los principales argumentos en apoyo del origen sarraceno de las cartas es el nombre que los españoles emplean para indicar las cartas de juego: naipes, que podría derivar de la palabra napa, usada en Vizcaya y que significa llano, uniforme.


Click para ver los naipes

Algunos estudiosos opinan que naipes es una voz de procedencia árabe. La palabra hebrea naibes tiene semejanza con el viejo nombre italiano de las cartas, naibi, y en ambas lenguas significa la magia, la clarividencia y la predicción.

Según otra teoría la palabra naipes derivaría de las iniciales del inventor de las cartas: N.P., un tal Nicolao Pepin. Sin embargo, se carece de pruebas al respecto.

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